Lloro desconsoladamente, sin control y a la vez río sin sentido. Ha empezado de repente este ataque de hilaridad desenfrenada, sin más. Y no puedo pararlo. La gente me mira. Yo a ellos también aunque no les veo porque las lágrimas les convierten en borrosas manchas líquidas. Es como mirar el paisaje a través de la ventana un día de lluvia. Río y lloro, lloro y río hasta que me duelen las costillas, se me encoje el estómago y vomito los pulmones. Intento pedir ayuda y entonces empieza la tos. Lloro , río y toso. La punzada en el pecho es profunda, lacerante, definitiva. Río, lloro, toso y caigo.