Autor: Ignacio Chavarría Díaz
Información de registro
Identificador 2204130912273
Fecha de registro 13-abr-2022 11:13 UTC
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Pretendo llegar a la muerte con el cuerpo doblegado y el alma cansada, con el desánimo a flor de piel para que la parca no me robe nada, para que no haya nada que echar de menos de una vida consumida, exprimida, gastada, aprovechada. Esa es mi intención, sin embargo, aquí estoy, sentado en mi sillón de siempre que de tanto uso se ha hecho al peso de mi cuerpo, viendo la televisión o asomándome al móvil buscando en la falsa vida de los demás la vida que no tengo.
Es, en apariencia, tan fácil.
Levántate y anda cual Lázaro resucitado. Avanzar en la dirección errónea por una vez, salir de la línea recta que marca la colmena, abandonarse a las experiencias no buscadas, salir del absurdo día tras día, vivir al borde de la muerte antes que morir en vida.
Las llamamos vacaciones, pero son solo pequeños empujones que nos dan para hacernos seguir en la fila. Vendemos el tiempo que no tenemos para obtener un dinero que no nos basta para pagar un viaje edulcorado que no nos llena y nos endeuda y nos devuelve a la rueda de vender más tiempo para pagarlo.
Un giro y otro y otro más.
El espejo refleja a alguien que no conozco, alguien de pelo cano que no soy yo, alguien de ojos cansados, opacos. Observo mis manos cada vez más ajadas, arrugadas por el tiempo, con menos fuerza para agarrar la vida que tan alegremente dilapidé de joven cuando me sentía millonario de días y dormía indolente sin escatimar el tiempo.
Es, en apariencia, tan fácil.
Mirar el horizonte sabiendo que hoy y mañana y pasado estaré ahí sin dejar a mi espalda ninguna añoranza. Avanzar. Somos perros persiguiendo su cola, circulando en locos giros faltos de destino y sobrados de sinsentido. Dejar de perseguir quimeras implantadas y buscar espacios abiertos. Cubrir nuestro cuerpo con la sal del mar. Hundir en la arena nuestros pies descalzos. Aguantar el viento en la cumbre. Ver cómo se posan los copos de nieve en nuestro cuerpo mientras el aire helado corta nuestra respiración. Tocar un árbol y perfumar de resina las manos. Saber que estas donde quieres estar y vives ese momento, no el siguiente, ese en el que estás con todo lo que conlleva y te rodea.
Ser consciente.
Pretendo llegar así, derrotado por la vida a rendirme a la muerte cubierto de profundas y dolorosas cicatrices dejadas por momentos felices.
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