Miro el vacío ante mí. En la casa de enfrente los balcones vacíos, en algunos la ropa tendida, en otro una bicicleta que no ve el asfalto, tiestos con plantas marchitas. Son siete pisos, en el cuarto vive ella. Veo ahí abajo el coche de él, rubio, alto, fuerte, con sus dientes perfectos, sus cuidados ademanes, su flequillo dorado que baila vaporoso al son de sus andares. No soy competencia. Con suerte caeré sobre él y nos destrozaremos los dos, el coche y yo. Me tiemblan las piernas. Saben de mis intenciones. Las zapatillas asoman un poco de la cornisa anticipando el salto. Las zapatillas. Las compró mi madre por mi cumpleaños. Tanto tiempo dando el coñazo con las zapatillas. Mi madre. Que ilusión puso con su sueldito de asistenta para conseguir estas zapatillas que no podemos permitirnos. Mi madre. Doy un paso atrás. ¿Qué coño hago?.