Cuenta que te gusta

Tan solo fue un instante, pero duró una vida. El semáforo pasó de rojo a verde y nuestros vehículos partieron en direcciones opuestas dejando en mi retina sus ojos verdes y un vago recuerdo, tal vez más imaginado – o deseado –  que real, de la comisura de su boca dedicándome una preciosa sonrisa.