Autor: Ignacio Chavarría Díaz
Información de registro
Identificador 2205041065256
Fecha de registro 04-may-2022 12:53 UTC
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Me dejaron en sus brazos al nacer, mi padre estaba sentenciado ya cuando me engendraron, un mal que se lo llevó en pocos meses sin darle oportunidad de conocerme, los dos lo sabían, mi padre insistió mucho por temor a dejar sola a mi madre y decidieron crear la semilla de su futura compañía; yo.
A mi padre no le dio la vida para conocerme y a mi madre a duras penas para tomarme, llena de sangre y amoratada, entre sus brazos antes de morir. Entonces apareció ella, mi tía Eugenia, la hermana desaparecida de mi madre; sobria, injusta, católica hasta el talibanísmo, oscura, precisa, redicha, estricta, rencorosa, iracunda, arrugada, odiosa, mi tía Eugenia, no la madre que me tuvo, pero si la que me crio, mí única familia. Con el cuerpo todavía caliente de mi madre, envuelta en unas sabanas y con el único equipaje de una pequeña maleta con mi primara ropa de bebé, me pusieron a su cuidado.
Todos mis recuerdos de niña son de una casa oscura y silenciosa y una habitación austera, ningún poster, cuentos o juguetes a la vista, cuando llegué era la habitación de invitados y así se quedó, únicamente pusieron la cuna en mitad de la habitación donde mantuvieron los vetustos muebles y los cuadros de santos que velaban mi sueño y que aún permanecen glorificando las paredes. Nadie pintó de rosa ni puso cortinas de colores ni trajeron peluches o móviles que alegraran mi vista. Sobria y vetusta fue mi niñez en esa casa sin música ni alegría donde lo único que rompía el sagrado silencio eran los lamentos de un reloj de pared llorando cuartos, medias y horas eternamente. Todo mi mundo estaba dentro de un arcón de negra madera y todo el suyo en la manoseada biblia que llevaba a todas partes, el libro sagrado, la respuesta para todo, su alma, su conciencia, su ley, mi ley.
Cuando cumplí quince años vino a casa el hermano de mi abuelo, trajo una tarta de cumpleaños con velas y decorados en rosa y morado, mi primera tarta de cumpleaños, mi tía no estaba, nos dejó solos en la casa diciendo que volvería en un par de horas y lo quería todo recogido a su vuelta. Mi tío abuelo me contó que la tía Eugenia y mi madre dejaron de hablarse hace muchos años, ella dejó de hablar realmente a toda la familia, los pocos que quedaban. ¿Las razones? la falta de fe, para ella todos estábamos condenados, la primera mi madre que no se casó en sagrado, así que cuando se diagnosticó la enfermedad de mi padre, con todos destrozados por el dolor, ella sacó su sagrada biblia, paso sus sarmentados dedos por las etéreas hojas y alzó su voz de predicadora en la sala del hospital donde el médico nos estaba hablando de muerte y desesperanza.
- Hebreos 13:4; sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios.
Todo el mundo cayó, las lágrimas se secaron en el rostro de mi madre y los gestos de dolor se transformaron en odio. Fue la última vez que se vieron hasta que nací yo, incluso entonces mi tía no apareció hasta que se confirmó la muerte de mi madre y le comunicaron mi existencia, sin perdón, sin redención, sin despedida. Como mi familiar vivo más cercano podía asumir mi tutela o declinar hacerse cargo de mí, su biblia le impedía abandonarme aun siendo fruto del incesto, siempre me lo recuerda – estarías en un orfanato de no ser por mí, te acogí, aunque llevas el pecado dentro y mancillas con ello mi casa – no hay día que no escuche esa frase, no hay día que no deba agradecer todo lo que hace para amargarme la vida.
Con la excepción de la visita de mi tío abuelo, fueron quince años tristes y apagados en consonancia con toda mi vida pasada, empecé en el instituto y cambié el uniforme tan sufrido y falto de originalidad y personalidad por los grises y marrones que chocaban con los coloridos y alegres vestidos de mis compañeras, la zombi me llaman en el colegio, la rara, la desubicada, la apestada y apartada por todos cuya vida va de casa al colegio y del colegio a casa envuelta en ropa de anciana. Mi maestra me paró un día al finalizar las clases, me entregó una bolsa llena de sueños, vestidos de una de sus hijas que había crecido y ya no le valían.
- Creo que te gustarán, están todos en buen estado y mi hija estaría encantada de que les puedas dar tú una segunda vida.
- Son preciosos, pero no creo que mi tía me deje vestir así.
- ¿Por qué no?, son todos vestidos de niña normales, nada raro o estrafalario que pueda ofenderla.
- Es muy especial mi tía para la ropa
- Si, ya veo como vistes, llévatela, se la enseñas y verás como no hay problema.
Volví a casa llena de ilusión y felicidad, deseando probarme toda esa ropa nueva y cambiar los tonos tristes por los azules y pastel que iluminan la bolsa, entré alborotada y me encontré de bruces con la mirada reprobatoria de mi tía, demasiada alegría y juventud para ella. Le enseñé la bolsa;
- Mira tía, la maestra me ha dado esta ropa de su hija mayor, cree que me servirá.
- Mañana mismo se la devuelves, esa ropa no es para ti
- ¿Porque, mírala antes, es ropa normal?
- Tu acarreas muchos pecados, llevas el pecado en la frente, no puedes llevar esa ropa, parecerás una cualquiera.
- Mírala al menos, no sabes que ropa es.
Clavó su mirada en mí, parecía que el tiempo se hubiera detenido, al final su voz atronó en el pasillo.
- Timoteo 2:9-10 Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
Ese versículo cerraba, como siempre, la discusión. Nunca había habido respuesta tras la palabra sagrada, eso en casa de mi tía era una herejía y tenía consecuencias.
- Pues he visto monjas con ropa más alegre que esto que …
No terminé la frase, la bofetada estalló en mi mejilla dejando tras sí un pitido sordo en el oído. Al día siguiente volví al colegio y devolví la ropa. La maestra me preguntó por la marca en mi cara, me ofreció ayuda si me había pegado alguien. Le dije que no, que soy torpe y me había caído corriendo. Ese día todo acabó, la bofetada abrió la caja de pandora y dejé de ser esa niña asustada de quince años para convertirme en quién soy ahora a punto de la mayoría de edad.
Hoy he empezado con mi plan, he dejado los grifos de agua caliente en el baño hasta que se ha cubierto todo de vapor, después he escrito, cambiando mi letra, en el espejo; «Mateo 7:15: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, más de dentro son lobos rapaces»; después he abierto la ventana hasta que el vaho ha desaparecido y con él se ha ocultado el mensaje. Mi tía suele ducharse los domingos por la noche antes de la cena, hoy le espera una sorpresa cuando salga de la ducha.
Ha llegado a la mesa desencajada, así que ha funcionado; al generarse vapor de nuevo ha aparecido el mensaje en el espejo y en su locura ultracatólica lo ve como una advertencia del mismísimo Dios, no esperaba que algo tan simple e infantil pudiera afectarla así. Esta noche mi tía no ha cenado y yo, por primera vez, he visto una debilidad en su coraza.
Estas últimas semanas he dejado otros mensajes, algunos en el baño, otros simplemente abriendo su biblia por la página adecuada cuando la pillo descuidada;
Corintios 11:13-15: Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, transfigurándose en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros de justicia, cuyo fin será conforme a sus obras.
Tito 1:16: Profesan conocer a Dios, más con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados para toda buena obra.
Alguna vez eran solo pistas, como poner una alarma llamada Mateo en su móvil que se activaba a las 7:21:23
Mateo 7:21-23: Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí, apartaos de mí, obradores de maldad.
Es tan sumamente previsible que solo tengo que esperar que suene la alarma para verla correr a por su biblia. Hice lo mismo con la alarma Juan a las 8:44:00
Juan 8:44: Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. Él, homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla miente, porque es mentiroso, y padre de mentiras.
El siguiente mensaje lo dejé en la jardinera de los geranios, escribiendo en la tierra Pedro 2:1
Pedro 2:1: Hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada.
Cada versículo es una flecha clavada en su corazón, empieza a tener miedo de haber ofendido a su Dios, de ser la oveja negra, de haber equivocado el camino. Ahora siente ella lo que he sentido yo cada día bajo su manto de fe. Me tiene en tan poca estima y valor que no imagina que yo pueda ser la causante, lo que está pasando solo puede ser obra del señor, en su soberbia se cree tan importante como para haber atraído la atención de la deidad en sus actos.
He empezado a divertirme con este juego, mi tía está desconocida, ha envejecido y se ha arrugado más si fuera posible, la veo débil, apagada en su severa altivez, el médico ha tenido que acudir varias veces a casa para examinarla cuando ella se jactaba antes de no necesitar matasanos, solo el amor de cristo.
Hoy he preparado el truco final, es mi cumpleaños y no sé qué planes tiene mi tía para mi mayoría de edad, ni tan siquiera tengo yo planes para este momento que con tanta ansia he esperado. Lo he dejado todo preparado antes de salir para clase, se que no tendré tarta ni velas cuando vuelva, pero espero ver su cara demudada por el terror como regalo de cumpleaños. Hoy le he dejado con el desayuno el mensaje A 21:8.
He pasado el día distraída, empecé en una academia de secretariado y no lo soporto, pero dice mi tía que es lo único a lo que una mujer puede aspirar, ser secretaria o monja, el caso es servir a algún señor. Con mi tía impera el silencio, no hay comunicación y las cosas me suelen llegar por sorpresa, supongo que su biblia solo habla de mí hasta los 18, a partir de ahí me tendrá que cuidar dios; si es así, al menos dejaré de aporrear teclados.
Respiro profundamente antes de abrir la puerta, en unos minutos puede que toda mi vida cambie. La casa está como siempre en silencio, tan denso que el tic-tac del reloj de pared daña los oídos, siento mis pasos crujir en el viejo suelo de madera como único signo de vida mientras voy dejando habitaciones desiertas a mi paso. Supongo que mi tía estará en la cocina al final del pasillo leyendo salmos, podría llamarla, avisar que he llegado a casa, pero nunca lo hago, nunca desde que me contestó hace muchos años que a quién le importa donde esté yo.
Está como siempre sentada en su silla de espaldas a la puerta, la espalda recta y la cabeza alta, como le enseñaron de pequeña, no hace ninguna intención de volverse cuando entro, me acerco y veo sus ojos vacíos y su cara de cera, en el fondo de su taza los posos del café citan A 21:8 y en la biblia abierta en sus manos se puede leer;
Apocalipsis 21:8: Mas a los temerosos é incrédulos, a los abominables y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
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